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Venezolanos desmoralizados por baja retribución de su trabajo

El problema no es dejar de tomarse los tres cafés en la panadería de la esquina, por día, como algunos acostumbraban, sino que ni siquiera se pueda tomar uno por falta de capacidad de pago. El poder adquisitivo del venezolano se deteriora, pero este sigue trabajando 160 horas al mes.

Dentro de pocos días, con el nuevo cono monetario, probablemente se  cancele un mes de salario mínimo con dos billetes de Bs. 20.000. Si bien algunos sectores han hecho mofa de esto, el gremio laborista sostiene que es “deprimente” que el esfuerzo de 30 días de labores se resuma en par de piezas monetarias. Los sociólogos indican que el deterioro económico ha generado graves enfermedades en la sociedad, las cuales impiden su reconstrucción y restitución.

Al respecto, fue consultado Servando Carbone,  coordinador de la Unión Nacional de Trabajadores (Unete) y de la Federación Nacional de Trabajadores de la Administración Pública (Fentrasep), quien indicó que se trata de un impacto moral importante para los venezolanos.

Criticó que el Gobierno ejecute una serie de medidas, sin antes controlar la inflación, como la implementación del nuevo cono monetario, que sigue sin representar el trabajo del ciudadano.

A esto sumó que si se hubiese controlado la inflación, el gobierno no habría tenido que emitir billetes  de alta denominación.

Calificó como “una desgracia” que el venezolano, luego de 160 horas de trabajo mensual, sólo reciba dos billetes de Bs. 20 mil que, además, no permitirán adquirir lo necesario. Agregó que con deducciones el ingreso es menor.

“Eso está pegando mucho… Si bien los billetes ocupan menos espacio, causan en cualquier persona frustración. Antes estábamos acostumbrados a cargar una paca de billetes y comprar en cantidades con ella, pero ahora tampoco tenemos poder de compra”.

Equivalente al número de piezas. La reducción en el número de piezas con que pagan un salario, que pasa de 200 billetes de Bs. 100 a un billete de Bs. 20 mil para cubrir el mismo monto, pudiese ser equivalente a la pérdida del poder adquisitivo del venezolano, que según comentan diversos sectores “se ha venido al piso”.

Servando Carbone lamentó que el valor de la canasta alimentaria supere los Bs. 544.000  y que los precios, además, no se mantengan, sino que con cada compra se presente una variación en los precios, lo que se traduce en la inestabilidad presupuestaria del venezolano.

“Mientras el valor de nuestra hora de trabajo se mantiene, afuera  hay un mercado que se mueve  a una velocidad completamente  diferente al valor de reposición…. Lo que hay es un grave daño a los ingresos propios, sin capacidad de ahorro”

Carbone recordó que en Venezuela se estableció el pago de un salario social, el cual incluyera no sólo la alimentación, sino también la recreación, lo cual no es posible. “Ni siquiera podemos suplir gastos de alimentación y hasta da miedo enfermarse porque no tenemos ni siquiera para comer”, expresó.

Una enfermedad en la sociedad. Al respecto, la sociólogo  Yonaide Sánchez, también representante regional de Transparencia Venezuela y docente de la carrera de economía de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (Ucla), indicó que Venezuela sopesa un fenómeno de estragos amplios, el cual ha sido erradicado en  muchos países, la inflación.

Expresó si bien es cierto que ahora se pagará el salario con par de billetes y que el dinero sí cabrá en las billeteras, lo verdaderamente preocupante es que cada uno de estos síntomas no es más que el reflejo de una “economía enferma”, que además ha destruido la capacidad productiva y el sentir del ciudadano.

Citó el caso de profesionales  que en su horario libre prestan servicio de taxistas y de taxistas de profesión que también se ven impedidos  en sus labores por falta de repuestos y otros recursos, como muestra de las distorsiones actuales, que generan “venezolanos enfermos”, además de aislado y desesperanzado.

Sobre los cambios que esto genera, manifestó que no sólo son de tipo físico, como la pérdida de  peso por alimentación insuficiente y poco balanceada, que a su vez promueve un limitado desempeño en el trabajo, las escuelas y el mismo hogar. También se trata de cambios psicológicos.

Expresó que existe un halo de desesperanza y vulnerabilidad, así como un daño antropológico, de tipo emocional y espiritual, el cual encierra al ciudadano en un estilo de vida de sobrevivencia.

“Ahora en Venezuela  vivimos en una especie de sálvese quien pueda”, comentó la sociólogo, que para ejemplificar la premisa, recordó que en accidentes de camiones cargados, las personas que se acercan al lugar del hecho, lo hacen para tomar cualquier artículo que le sea de su beneficio.

Expresó que para que haya una reconstrucción social, no sólo se requiere de iniciativas sociales solidarias, sino también la rectificación de las políticas económicas y el concurso del sector privado.

Fuente: El Impulso