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Baja el consumo criollo de carne y sube el de granos

La ingesta de caraotas repuntó 60,2%, y la de pollo cayó 63,6%. La compra de pasta subió 58%, según el INE.

El galopante crecimiento que venía registrando el consumo de carne en el país en los últimos cuatro años se ha revertido en lo que va de 2009: Los granos y carbohidratos son los nuevos sutitutos de las proteína animal y están liderando la canasta alimentaria del venezolano.

El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) reveló, en su último informe, que la ingesta de carne de pollo se desplomó de 82,6 gramos por persona al día a 30 gramos diarios (60,2% menos), la carne cayó 49,2%, al pasar de una ingesta de 46,3 gramos diarios en 2008 a 23,5 gramos, mientras que el consumo de caraotas repuntó 60,2%, (de 15 gramos a 25 gramos al día), y el de pasta subió a 55 gramos, lo que representa un 58% más.

“Las caraotas o lentejas son los alimentos que están soportando los almuerzos de mi familia. Por lo menos tres días a la semana comemos granos, pues un kilo de éstos rinde más y cuesta menos que un kilo de carne o de pollo”, confesó Mery Ramos, ama de casa, de 40 años.

Pero, esta realidad no sólo se presenta en Venezuela, pues esta tendencia se repite en Brasil, Argentina, España y Estados Unidos, países afectados por la crisis económica global que ha obligado a un descenso de los ingresos y, por ende, a recurrir a las proteínas más económicas.

En el caso de Argentina —uno de los países que más come carne en el mundo con 114 kilos por persona año—, el consumo de proteína de res bajó de 70 kilos por persona al año a 64 kilos, según el Instituto de Promoción de Carne Vacuna.

En España, las legumbres, olvidadas en los últimos años de bonanza económica, también están volviendo a tener una fuerte presencia en los hogares españoles, cada día más golpeados por la crisis económica. Las ventas de alubias, lentejas y garbanzos han aumentado más de un 10% en lo que va de 2009, el primer incremento en más de 50 años, según la Federación de Industrias de Alimentación y Bebidas (Fiab).

Mientras que en Brasil, según un estudio reciente de la consultora Latin Pane, los cinco productos más consumidos en el país amazónico son: leche en polvo de chocolate, jugo, yogur, leche UHT y patatas fritas, dejando atrás a las carnes. Similar situación se presenta en Estados Unidos, donde la preferencia por las papas fritas, pan y comida rápida “barata” definen el actual hábito de consumo del americano común.

Ante este escenario “alimenticio”, el experto criollo en economía agroalimentaria, Alejandro Gutiérrez, confirmó que “Venezuela no está blindada ante la crisis global y, ante esta realidad, es racional que el consumidor criollo esté sustituyendo las proteínas caras por las baratas, y se esté adecuando a su situación económica”.

A esta afirmación se le sumó la médico cirujano experta en control de peso, Carmen de Martínez, quien confirmó que este cambio en la ingesta de alimentos del venezolano no obedece a un nuevo hábito de consumo, sino a una coyuntura económica. “Por indicaciones médicas no se está reduciendo la ingesta de carnes, pues por ejemplo, en las dietas que receto no suprimo las proteína animal y tampoco le doy privilegio a los granos”.

En el caso del aumento en los carbohidratos, la especialista afirmó que “culturalmente e históricamente Venezuela ha sido un gran consumidor de harina y pan, por ser alimentos de menor costo. Hábito que ha conducido a que en actualidad haya tantos diabéticos”.

Tomás Socías, especialista en abastecimiento de alimentos del Grupo Estrategias, fue más allá y consideró que también el control de precios en el país puede estar transformando el consumo nacional.

“Se supone que cuando se regulan los precios de los alimentos, la idea es que haya más acceso a ellos, pero en realidad, lo que ocasiona es especulación y desabastecimiento”.

Entonces, alega el experto, “el consumidor termina comprando el producto que le resulte más barato o el que se encuentre en el mercado”.

Para paliar esta situación, Gutiérrez recomienda que “el Gobierno debería mantener el gasto público, los programas sociales alimenticios, las casas de alimentación, revisar periódicamente los precios y generar más empleos para que la mayor cantidad de población tenga acceso a los alimentos de su preferencia”.

El venezolano está priorizando sus necesidades y adaptándose a su bolsillo. Cada día ve cuesta arriba completar los alimentos básicos. Los granos sí son una muy buena alternativa, pero con la especulación que existe en el mercado, la opción más “barata” está costando conseguir. Y los que menos tienen son los más perjudicados.

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